jueves, 2 de julio de 2015

miércoles, 22 de abril de 2015

Cuentos clásicos

Colección de cuentos clásicos ilustrados y diseñados para ser leídos, vistos o escuchados, según las necesidades y gustos de cada uno. Pincha aquí

sábado, 21 de marzo de 2015

El gusano que quería ser mariposa de seda

EL GUSANO QUE QUERÍA SER MARIPOSA DE SEDA

De todas las cosas que podía haber sido en la vida, a Lunares le había tocado ser un triste gusano de tierra. Él que habría querido ser un valiente león, o una astuta zorra, no era más que un simple gusano, y no cualquier gusano, sino de esos que salían en la comida cuando se quedaba pocha y todo el mundo espachurraba con asco cuando los veía.

–Ya que nos ha tocado ser un gusano, ¿no podríamos al menos haber sido un gusano de seda? –preguntó un día a su amiga Larojos.

–¿Para qué quieres ser un gusano de seda? ¡Solo comen morera, que es una hoja que sabe a rayos y centellas! Nosotros sin embargo… comemos manzanas medio mordisqueadas, bocadillos con queso fundido, líquidos viscosos con sabor a naranja mezclado con sabrosa arena, etc.


Aquel menú tan especial venía de las papeleras de los niños que jugaban en el patio del colegio donde Larojos y Lunares vivían. El colegio estaba bien, siempre había mucho alimento y nunca se aburrían, pero los niños eran muy peligrosos. Si los veían jugaban con ellos hasta que acababan aplastándolos con el pie. ¡Era horrible!

–¡Pero nadie nos quiere! Sin embargo, a los gusanos de seda…
–¡Pero si son feísimos! Tan blancos y aburridos. Nosotros somos mucho más interesantes –insistía Larojos, tratando de animar a su amigo–. Mírate tú, con esos lunares morados que tienes. ¡Ya le gustaría a los gusanos de seda ser como nosotros!

 
Lo cierto es que Lunares era un gusano muy bonito. Tenía unas manchas brillantes por todo el cuerpo que le hacían muy especial. Además era muy coqueto, y le gustaba vestirse con sombrero y bufanda. Todos le querían mucho y hasta le habían regalado una flor azul por su cumpleaños para que decorara su sombrero. Sin embargo, Lunares nunca estaba contento. ¡Ser un gusano era un fastidio! Los gusanos no servían para nada… Excepto los de seda, claro, que daban aquel material tan suave y que tanto le gustaba a la gente.

– No digas eso. Los gusanos de seda son feos al principio, pero luego se convierten en preciosas mariposas. Los niños los guardan, los alimentan y se los enseñan a todo el mundo en la escuela. Sin embargo a nosotros… ¡nos aplastan en cuanto nos ven!

Y por más que Larojos trataba de convencerle de que ser un simple gusano no estaba tan mal, Lunares no paraba de quejarse. Tan triste estaba, que un día tomó una decisión.

–Voy a entrar en el edificio de las clases. ¡Quiero ser un gusano de seda! A lo mejor si me mezclo con ellos y como morera, yo también acabaré haciéndome un ovillo y convirtiéndome en mariposa.
Su plan era colarse en alguna de esas cajas de zapatos en la que los niños guardaban sus gusanos de seda.

–Lunares, ¡ten cuidado! Si te encuentran en la caja se darán cuenta de que no eres un gusano de seda y ¡te apachurrarán con sombrero y todo! –le advirtió Larojos.

Pero estaba tan convencido de que su plan saldría bien, que no hizo caso a sus advertencias y vestido con sus mejores galas se marchó hacia el edificio de primaria. Empezó su aventura un viernes por la tarde, pero el colegio era tan grande, y él tan pequeño, que no consiguió encontrar a los gusanos hasta dos días y medio más tarde, justo cuando la sirena del colegio anunciaba el principio de las clases.
Lunares, se coló en la caja, donde había un montón de gusanos de seda comiendo morera tranquilamente. Les observó atentamente y tuvo que reconocer que Larojos tenía razón: eran blanquecinos, feos y un poco aburridos.

Cuando los gusanos de seda vieron aquel extraño gusano de colores empezaron a gritar alborotadas.
–¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí?
–Soy Lunares y vengo a convertirme en mariposa de seda, ¡como vosotros!
–Tú no eres como nosotros. No podrás convertirte en mariposa.
–Claro que sí, ¡solo tengo que comer morera!

Tenía tanta hambre después de tantos días buscando a los gusanos de seda, que le hincó el diente a una hoja de morera. Pero aquella hoja le supo, tal y como había dicho Larojos, a rayos y centellas.
–Oye, que esta morera es nuestra. Tú no eres un gusano de seda y nunca lo serás. Por mucha morera que comas. Así que sal de esta caja y vete por dónde has venido.
Pero Lunares no quería irse de allí si no era convertido en una mariposa. Él quería ser un animal útil y bello, como aquellos gusanos. Un animal que sirviera para algo y que los niños estudiaran en el colegio.

No tuvo tiempo de discutir más con los otros gusanos. De repente, la caja se abrió, y Lunares vio un montón de ojos posados sobre él.
–¡Ey! ¡Qué asco! Mirad ese gusano con lunares de ahí. ¡Es asqueroso!
–¿Cómo habrá llegado hasta nuestra caja?
–¡Hay que aplastarlo!


El barullo llamó la atención de la maestra, que se asomó a ver lo que estaba agitando a sus alumnos.
–¡Pero bueno! ¡Qué tenemos aquí! Este gusano no debería estar en esta caja, pero no hay por qué apachurrarle…
–Pero profe… ¡si es asqueroso!
–Y no sirve para nada… ¡no se convertirá en mariposa!

La profesora cogió con sus dedos a Lunares, que muy asustado se encogió hasta casi parecer una bola. Llegaba su final, y solo podía pensar en su amiga Larojos y en todos los consejos que le había dado. ¿Por qué no la habría escuchado?

Sin embargo, la maestra no tenía ninguna intención de aplastar a Lunares.
–Fijaros en este gusano. Parece que no sirve para nada, ¿verdad? Pero estos pequeños bichos son importantísimos para la naturaleza. Ellos convierten la fruta podrida en alimento para la tierra, para que puedan crecer mejor las plantas. ¡Gracias a ellos los árboles crecen más fuertes y gracias a los árboles tenemos aire limpio para respirar!

Lunares se quedó mirando a la profesora sin entender nada. ¿De verdad estaba hablando de él? Y se sintió más importante que nunca en la vida. Tanto como aquellos gusanos que luego se convertirían en mariposas.
–¿Y ahora qué hacemos con este gusano, profe? –preguntó un niño.
–¿Podemos dejarle en la caja con los otros? –quiso saber una niña.

Pero la profesora tenía otros planes para Lunares.
–Le devolveremos al patio, junto a los árboles y la tierra. Para que pueda cumplir su función y pueda seguir dando alimento a la tierra de nuestro colegio.

Lunares volvió a su árbol junto a su amiga Larojos. Juntos volvieron a comer manzanas mordisqueadas, bocadillos de queso y jamón y zumos de naranja y arena. Lo que Lunares no volvió a hacer fue querer ser mariposa de seda. 

¿Para qué si podía ser un maravilloso e importantísimo gusano de tierra?


martes, 24 de febrero de 2015

178º aniversario del nacimiento de Rosalía de Castro


Rosalía de Castro


Rosalía de Castro María Rosalía Rita de Castro nació el 24 de febrero de 1837, en Santiago de Compostela (España). Aunque en su acta de bautizo figuró cono hija de padres desconocidos, fue su madre una mujer de la nobleza pero con carencias económicas, María Teresa de la Cruz Castro y Abadía y su padre, un sacerdote (José Martínez Viojo). Su madrina, María Francisca Martínez, al servicio de su madre, fue quien se comprometió a cuidarla para que no pasara al orfanato. Mostró siempre inclinación para las artes, no solo se apasionó por la literatura, sino también por la música, la declamación y el dibujo.
Lo que se destacó sobre todo en la obra de esta escritora y poetisa fue que escribió tanto en castellano como en gallego, haciendo renacer esta lengua, lo que se dio en llamar “rexurdimiento”, pues la literatura gallega había desaparecido desde los Reyes Católicos.
Galicia, lograda su independencia, no pudo sin embargo recuperar su cultura lo que incluso dio lugar a revoluciones frustradas como la de 1846.
A los 12 años comenzó a escribir poemas publicando en 1857 “La Flor” su primer libro.
Se casó con el cronista gallego Manuel Martínez Murguia, el 10 de octubre de 1858, admirador de su obra, con quien tuvo siete hijos, los dos últimos tempranamente fallecidos.
En 1858 publicó “Lieders”, en “El álbum del Miño”. Un año después su primera novela, “La hija del mar”. El desengaño amoroso fue el tema de su segunda novela “Flavio (1861). Las tres obras citadas fueron escritas en castellano.
Su obra más importante en la reivindicación de la cultura gallega fue “Cantares gallegos” publicada en 1863, donde describió su tierra en lengua gallega, haciendo una denuncia social por las condiciones de explotación de los segadores de Castilla, que muchas veces se veían obligados a emigrar. Expuso en estas glosas costumbres populares y recreó personajes típicos como gaiteros o mendigos.
En 1863 escribió “A mi madre” un libro de poemas dedicado a su madre, con toda la angustia que le produjo su muerte, acaecida en 1862. En 1866 escribió “Ruinas” una novela donde cuenta la vida de tres mujeres a las que no les es fácil adaptarse a la vida moderna. En 1867 publicó una novela de misterio y fantasía: “El caballero de las botas azules”.
En 1880 escribió mientras residía en tieras castellanas, “Follas novas” en gallego, donde toca temas intimistas con una reflexión pesimista sobre la soledad y la muerte, denunciando condiciones de vida precarias del pueblo gallego. Un año después una nueva novela breve vio la luz: “El primer loco”. En 1885 escribió “En las orillas del Sar”, en castellano.
Rosalía poseía una salud muy frágil, que se agravó con un cáncer de útero, que la condujo a la muerte a los 48 años de edad. Falleció en Padrón el 15 de julio de 1885.

Un fragmento de uno de sus poemas....

 Moría el sol, y las marchitas hojas
de los robles, a impulso de la brisa,
en silenciosos y revueltos giros
sobre el fango caían:
ellas, que tan hermosas y tan puras
en el abril vinieron a la vida.

Ya era el otoño caprichoso y bello:
¡cuán bella y caprichosa es la alegría!
Pues en la tumba de las muertas hojas
vieron sólo esperanzas y sonrisas.

Extinguióse la luz: llegó la noche
como la muerte y el dolor, sombría;
estalló el trueno, el río desbordóse
arrastrando en sus aguas a las víctimas;
y murieron dichosas y contentas...
¡Cuán bella y caprichosa es la alegría!