Es un verdadero placer la lectura de este cuento lleno de poesía y ternura. Por ello, me voy a permitir desde aquí dedicarle este libro a todos aquellos abuelos y abuelas que hoy día hacen el papel no sólo de abuelos sino de padres y madres.
Abuel@s que en muchas ocasiones se acercan a nuestras aulas para participar de nuestras actividades y a contarnos infinidad de historias. Y sobre todo a aquellos que nos demuestran que las arrugas son un signo que nos anima a seguir viviendo, disfrutando y aprendiendo.